Para lograr que las experiencias traumáticas dejen de suscitar malestar emocional, se emplean dos pares de gafas de Schiffer o gafas hemisféricas, llamadas así porque producen la activación de uno u otro hemisferio cerebral a través de la luz. El terapeuta dirige al paciente para recopilar la información almacenada en cada hemisferio respecto al evento traumático y le ayuda a comparar dicha información y así conseguir que ambos hemisferios la vayan integrando. A medida que esto ocurre, progresivamente se va a producir una bajada en la intensidad emocional asociada al episodio tratado.
A lo largo de la terapia, abordaremos la problemática que nos trae la persona a consulta desde tres puntos de enfoque temporal:
PASADO: Experiencias y aprendizajes de vida temprana.
PRESENTE: Experiencias estresantes del presente.
FUTURO: Pensamientos y comportamientos deseados para el futuro.
Como en toda buena terapia, el objetivo final es ayudar al paciente a tener control emocional sobre aspectos que antes le desbordaban y, en definitiva, que pueda encontrar equilibrio, confianza y seguridad en su vida, que logre salir de su sintomatología y comenzar a conectar con una visión diferente, más adaptativa, que le permita mejorar.